martes, 28 de abril de 2009

En carne viva

La monja nos tiene acostumbrados a sus relatos demasiado vividos, que nos dejan sin aliento ni palabras.

En lo personal, estos dardos existenciales los veo como verdaderas puñaladas a mi frivolidad, mis falsas seguridades, mis ambiciones vanas, mis pérdidas de tiempo, mis egoísmos tontos... y muchas otras cosas.

Por lo pronto hay que dejarse de pavadas y ponerse a rezar. Por ella sí, pero también por uno.

Los dejo con el texto: La verdad sin anestesia y su puñalada de libertad.

Natalio


4 comentarios:

Fernando dijo...

Dear N:

Debes ser muy listo y muy culto para haber leído el texto recomendado así como de corrido y para haberlo disfrutado.

Y debes valorar en mucho la inteligencia de tus lectores para habernos recomendado su lectura.

Anónimo dijo...

Gracias por su comprensión Natalio.
¿Vio que le dije que cada vez que me menciona se le revienta algún forúnculo a alguien?

Veo que el fascista ése que se "va de puente" y le llama "crisis" a no poder comprarse zapatos para europeos y sólo para españoles, tiene problemas con lo que se llama coeficiente intelectual. He visto su blog y realmente debe ser que él sí valora la inteligencia de sus lectores... Estaba buscando la "cultura" que menciona en sus etiquetas. Pero, claro, el concepto de cultura allí es algo muy... ¿laxo?
Brilla por su ausencia.

Hala, hala, rezad!

Anónimo dijo...

Sí, perdón por la demora, es Kierkegaard, el único que a los 17 años (míos) supo llevarme a la fe cristiana. Kierkegaard, De Lubac, Rahner, Paulo VI, Juan Pablo II, Jean Danielou, Chesterton y Karl Barth. Luego he crecido y pienso seguir.
Muchas gracias por su amable correo.
Un abrazo sincero, y gracias por su respeto.

Natalio Ruiz dijo...

La verdad es que no había entendido el comentario de Fernando y por eso no había contestado nada. Siempre es muy correcto y amable con todos por eso no entendí el mensaje desde la perspectiva irónica pero como tampoco lo terminé de entender opté por el silencio.

Igual monja, ud. ya lo sabe. Examinar y limpiar llagas duele y hace doler. Y a nadie le gusta que le hagan doler. Debería asumir que los gritos ajenos ya son parte de su destino.

Respetos.

Natalio